viernes, 8 de abril de 2011

En la noche encumbrada
somos sombras erguidas:
hombres y mujeres obligados
por una casualidad de patas;
Perfilamos en el negro.
Vivimos –quizá-
atormentados por un Dios (?) salino
desvanecido en agua,
en dudas,
en cualquier cosa.
El humano quiere tener alas,
pétalos nacidos de las costillas,
ser semejante a un árbol con frutas frescas,
a la medusa que silenciosa
se adueña del océano
rehaciéndose infinitamente.
Somos carne y hueso, señores,
la razón taladrándose a sí misma.
No hay velas ni luces al final de este túnel,
la oscuridad va tejiendo símbolos
en este: un pequeño espacio en blanco.

Paola Muñoz Portillo

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